martes, 30 de septiembre de 2014

¡Ay, los que llaman al mal bien y al bien mal!



¡Ay, los que llaman al mal bien y al bien mal!
Lc. 5, 20a

Este artículo a modo de comentario parte de la realidad que está viviendo hoy nuestro país Colombia. Pues la polarización está dañando familias, la naturalización de la guerra valida hoy la muerte y, de manera grave, los caudillismos se convierten en dioses políticos al estilo del mesías guerrero y poderoso.

El tratamiento que se le está dando a la política abre la discusión del tipo de paz que se quiere y como se puede lograr. Y al hacer la relación con el contexto del Jesús Histórico es muy parecida a nuestra realidad, pues unos quieren una paz con armas, violenta, con muertes y con venganza; mientras que otros quieren una lucha desde la no violencia, dialogada y sin más sangre.

¿Por qué pongo a discusión este tema? Lo hago porque al ver a Jesús y su forma de actuar, nos damos cuenta de la necesidad de ser profetas hoy, anunciando y denunciando, pero siempre desde el amor y la misericordia. Si leemos los “Ayes” de Lc. 6, 24-26, son una serie de advertencias para aquellos que quieren buscar su bien por medio del mal de los otros, son advertencias que Jesús le hace a los ricos y poderosos para que cambien su forma de actuar y no sigan cometiendo injusticias en contra de la mayoría oprimida y victimizada. Estas advertencias, si las queremos ver al estilo del mesías guerrero, no tendrían ninguna validez, pues para ellos la opresión se acabará con una gran guerra en la que todos los malos deberán morir. Pues Jesús no quiere eso, por tal motivo les advierte amorosamente y con un gran sentido de misericordia hacia aquellos que están por el mal camino.

¿Cuál es el problema que nos atañe en nuestra realidad Colombiana? Precisamente el modo de actuar en estos diálogos de paz, unos no quieren que se firme el proceso, pues “la guerrilla es mala y debe ser eliminada, asesinando a todos los guerrilleros y en el peor de los casos que paguen varios años de cárcel”. Y hacen ver que esta es la ÚNICA solución, cuando hay otra solución y es mirar esta situación con los ojos de Jesús. Buscar con amor y misericordia la transformación de la realidad esperando que los enemigos también se salven. Algo que he comprendido en todos mis años de acompañar comunidades victimizadas, es que las víctimas no ven en la opción de la cárcel una solución real a sus problemas, sino que para ellos, el encontrar la verdad de la situación y saber por qué les sucedió ese flagelo, y más allá de buscar la muerte del victimario es que éste cambie su vida.

La situación que permea el dolor no puede ser la venganza y el revanchismo, sino la esperanza que parte de la reconciliación y el amor por nuestros hermanos que se habían perdido y queremos encontrarlos. Este es el verdadero camino que debemos buscar de hoy en adelante, ver en el guerrillero a un ser humano que está perdido, que asesinó a muchas personas demostrando que en su corazón solo hay oscuridad, para que llegue la luz de Dios a su corazón y cambien su vida, se conviertan y se reconcilien con Dios y con todos los colombianos.

No podemos como cristianos afirmar que la muerte y la venganza es la única posibilidad, no podemos poner el mal de la guerra como un bien y no podemos poner el camino de la reconciliación y la misericordia como un mal, pues Dios no es así, Dios quiere que TODOS sus hijos se salven y reconstruir esa banquete donde TODOS estamos invitados.

“La verdadera justicia es que tanto víctima como victimario se salven”